La Familia de Riuz(Omniverso)

Chapter 17: 17) Malvenido a Zoo...



*POP*

Inhalé con fuerza, esperando alguna reacción adversa o quizás algún efecto de retroceso al realizar el viaje entre mundos, pero… nada. Estoy bien; no siento mareos ni dolor… tal vez sólo un leve cansancio espiritual, si eso era posible. Genial.

Riuz: "¿Dónde estoy?" —me pregunté emocionado y confundido mientras observaba a mi alrededor.

Parecía que había aparecido en un callejón entre dos edificios de ladrillo. No tardé en divisar una salida más adelante, pero no vi exactamente lo que esperaba. Salí del pequeño espacio entre las paredes y lo que me recibió fue una calle de tierra con varios edificios antiguos. Me resultaba curioso, pero al menos podía leer lo que estaba escrito aquí; el idioma parecía ser el mismo que en mi mundo, lo cual era un alivio. Sería un gran problema no poder comunicarme.

Contemplé las calles y el estilo arquitectónico del lugar. No parecía haber edificios altos en absoluto, y tampoco había alumbrado público ni tecnología moderna. Todo apuntaba a que estaba en un tipo de pueblo rural o algo parecido. Eso fue lo que pensé hasta que, en mi fascinación por este nuevo mundo, casi choqué accidentalmente con una señora… o algo parecido.

Riuz: "Disculpe" —me apresuré a decir, pero no estaba preparado para lo que vi.

Frente a mí había una figura que sólo podía describir como una tigresa, o algún tipo de felina similar, que llevaba un vestido antiguo, como los que verías en alguna fiesta elegante en el mundo mágico. Me miraba con una mezcla de desconcierto, enojo y quizás algo de desagrado.

La mujer me gritó algo que no pude entender; sonaba como un inglés anticuado, casi arcaico. Sin embargo, lo que más dificultaba la comprensión eran los pequeños rugidos que acompañaban cada palabra. No lograba entender qué me decía, y claramente estaba enojada.

Un mal presentimiento empezó a invadirme, especialmente cuando otras personas se acercaron para ver qué ocurría. Sus ropas tampoco parecían modernas. Todo se desmoronó cuando un oficial de policía —o algo que se le parecía— se acercó y, sin darme oportunidad de hablar, me golpeó en el rostro con su bastón.

El golpe me aturdió, y poco pude hacer mientras me arrastraban hacia algún lugar. Con mis poderes, normalmente sería fácil salir de esta situación, pero me sentía agotado; el viaje a este mundo parecía haber drenado mis habilidades. Podía sentir que mis poderes se recuperaban rápidamente, pero en ese momento no estaban disponibles como de costumbre.

Cuando recuperé el sentido, me encontré en una celda. Sentía que mis poderes me estaban sanando lentamente. Aproveché para dormir un poco, dejando que mi energía se restaurara, y cuando desperté me sentía bastante mejor. Estaba en una pequeña prisión, y no estaba solo. A mi lado había un venado y un hipopótamo.

No diré que ver animales actuando de forma tan humana no era impactante, pero ese no era el problema en ese momento. Estaba en la cárcel, y ni siquiera sabía bien por qué. Apenas había tocado a la felina. Los otros presos me miraban con curiosidad, hablando en un idioma que, al prestar atención, reconocí como el mismo de mi mundo, aunque algo más arcaico. Sin embargo, cada uno parecía agregar una serie de sonidos característicos de su especie, como si fuera un acento único, pero mucho más complicado.

Me estaba comenzando a alterar. Sentía que podía usar mis poderes nuevamente, al menos lo suficiente para cambiar de forma. Solo necesitaba salir de aquí, cambiar mi apariencia y listo; no tenía identidad en este mundo. Estaba a punto de hacerlo, pero en ese momento sentí una mano sobre mi hombro. Era el hipopótamo, quien parecía intentar detenerme para decirme algo.

No comprendí del todo lo que dijo, solo alcancé a entender palabras sueltas como "chico" y "no". Comunicarse con estos animales sería difícil, especialmente si todos tenían esa peculiaridad de añadir sonidos propios de su especie en cada frase. Y pensar que me había alegrado al ver que la escritura era la misma… ¡Un momento, la escritura es la misma!

El hipopótamo seguía hablándome, pero lo interrumpí cuando se me ocurrió una idea. Intenté hacerle un gesto que simulaba escribir, esperando que entendiera, pero me miró con vergüenza y negó con la cabeza. Al principio pensé que se refería a la falta de papel, pero cuando intenté usar una piedra para escribir en la pared, él volvió a negar, y finalmente entendí lo que quería decir: no sabía leer ni escribir. Mi alegría se desvaneció rápidamente.

A pesar de todo, decidí no intentar escapar, ya que el hipopótamo insistía en que no lo hiciera. Opté por hacerle caso, especialmente porque aún no sabía qué esperar de este mundo y me convenía observar y aprender más de lo que sucedía a mi alrededor.

Así comenzó un intento de conversación entre el hipopótamo y yo. Ambos apenas entendíamos lo que el otro trataba de decir. Al cabo de un rato, el venado también se unió; parecía aburrido y, aunque no de buen humor, se integró a la charla. Seguimos así, y aunque comprendí muy poco, era un comienzo.

Después de lo que supuse eran algunas horas, mientras mi ánimo caía por lo poco que estaba logrando aprender, un policía león se acercó a las celdas. Parecía que el hipopótamo intentaba hablarle sobre mí. El león discutió un poco con él y me lanzó miradas de desconfianza, como todos hasta ahora, haciéndome pensar que quizá debía tomar otra forma. Se marchó y volvió unas horas después, abriendo la celda y sujetándome del brazo para arrastrarme afuera. Esta vez no me resistí, recordando el consejo de mi compañero.

Me arrojaron fuera de la estación por la puerta trasera, sin decirme una palabra y cerrándome la puerta en la cara. Bueno, no estaba contento, pero al menos estaba fuera de la cárcel. Algo bueno dentro de todo esto.

Salí rápidamente de allí, buscando respuestas, confundido y considerando la posibilidad de volver a mi mundo. Esto no era lo que esperaba, no se parecía en nada a las películas. Quizá aterricé en otra parte del mundo… o peor, fallé y terminé en un mundo completamente distinto. Eso pensé hasta que encontré un periódico, y al leerlo, palidecí.

...

Ahora caminaba por las calles, deprimido, cuidando mucho más mis movimientos para no repetir lo de antes.

"Maldita sea… ¿cómo pude equivocarme tanto? Mundo correcto, año equivocado… por siglos…" Me quejé y maldije mi error.

Era un error menor, claro, y era mi primera vez; no sabía bien cómo hacerlo. Aunque el sistema de viaje era bastante claro, cualquiera podría fallar. Pero lo que transformaba este error leve en algo fatal era que ya no podía regresar. Estaba atrapado aquí. Tenía mis poderes, pero no parecían suficientes para devolverme a casa, y de hecho, apenas podía acceder a mi propio mundo interior. No sabía cuándo recuperaría toda mi fuerza, ni cuánto tiempo tendría que esperar para regresar.

Pero eso es algo que no puedo solucionar ahora. Debería concentrarme en lo que sí puedo hacer. Si no puedo volver, al menos debería encontrar un lugar donde asentarse aquí. El problema es que no tengo la moneda de este mundo; la buena noticia es que mis madres me dejaron suficientes riquezas para situaciones como esta.

Vagué por esta ciudad antigua y extraña, que ni se acercaba al tamaño de la gran metrópolis que sería en el futuro. Sí, esto era Zootopia en el pasado. Bueno, ahora parece que se llama Zoópolis, o eso deduje; quizá incluso es una ciudad completamente distinta. También noté que era mucho menos diversa que en el futuro. Había una gran variedad de especies, sí, pero las muy pequeñas o muy grandes eran minoría. Casi todos tenían un tamaño similar, y parecía haber una clara segregación. Las especies convivían solo entre las de su mismo tipo; era raro ver a dos diferentes simplemente pasando el rato sin motivo aparente.

Finalmente, encontré un lugar que podría ser útil para mis planes. Parecía una casa de empeño o algo similar. Al menos podía leer gran parte del idioma, aunque no pudiera hablarlo. Entré con mi aspecto normal; pensé en cambiar, pero vi el problema: si no podía hablar el idioma, ¿qué sentido tenía tomar otra forma? Sería extraño, además, ver a un animal que hablara de manera tan diferente, y mis palabras podrían delatarme. Aquí soy un ser raro, claramente nunca antes visto, a juzgar por las expresiones que todos me dedican.

El lugar estaba atendido por una comadreja desaliñada. No me gustaba mucho el aspecto ni el ambiente del lugar, pero no tenía muchas opciones. Al verme, la comadreja mostró el mismo asombro que los demás y, al hablar, sus palabras eran tan confusas como las de todos aquí.

Intenté comunicarle lo que quería, pero no estaba funcionando. La comadreja no me entendía, y mi presencia, sumada a la barrera del idioma, parecía irritarlo. Así que recurrí a la mímica. Saqué un galeón y una joya, tratando de hacerle entender que buscaba un intercambio. Sus ojos se iluminaron al ver los objetos en mis manos, y terminó asintiendo con entusiasmo antes de hacerme señas para que esperara. Luego salió rápidamente por la puerta de atrás.

Me quedé esperando, aliviado, creyendo que algo al fin había salido bien… pero estaba muy equivocado. Antes de darme cuenta, dos animales grandes me empujaron al suelo y me sujetaron con fuerza. Sus manos recorrieron mis ropas, hurgando en busca de algo. Desde el otro lado del mostrador, la comadreja me miraba, con una sonrisa maliciosa en su rostro.

Hasta aquí había llegado. Estaba furioso, y como si mis poderes reaccionaran a ese deseo de defensa, sentí que mis dedos se transformaban en garras, mimetizando a los seres de este mundo, especialmente al lobo y al buey, que ahora me inmovilizaban. Sin dudar, las utilicé para defenderme.

La furia despertó en mí una fuerza momentánea que me permitió zafarme de los dos animales y lanzarme sobre uno de ellos con un zarpazo. Escuché su grito al sentir mis garras desgarrar su carne a través de la ropa. Mi rabia había tomado un tono salvaje, una furia más propia de estos desgraciados animales que de mi propia humanidad.

Los dos matones se enfurecieron al ver las marcas de mis garras en sus cuerpos y arremetieron de nuevo contra mí. Pero ahora, yo también estaba listo. La ira me daba claridad, y mis poderes aumentaban mi fuerza, destreza y resistencia al dolor, mientras mis garras se hacían cada vez más afiladas y punzantes.

Aunque ellos tenían más experiencia en combate, yo tenía a mi favor estas garras afiladas como agujas y una insensibilidad temporal al dolor que me permitió ignorar sus golpes. Con cada movimiento, mis garras se clavaban en ellos, causando heridas profundas y tiñendo el suelo de sangre.

Estaba perdiendo el control, cegado por una mezcla de estrés, rabia y miedo. Todo se teñía de rojo, y no noté que la comadreja había escapado al ver el derramamiento de sangre. Solo me di cuenta de la presencia de los policías cuando uno de ellos, de repente, me golpeó con su bastón, dejándome inconsciente otra vez.

...

Un sueño, uno extraño. Me veía a mí mismo luchando, entrenando contra otros animales. Estaba en la antigüedad, y no estaba solo… parecía que Luna me acompañaba…

...

Lo siguiente que supe fue que estaba de nuevo en la celda con el hipopótamo. Esta vez tenía esposas en las manos y apenas algo que cubría mis partes nobles; el resto de mi ropa había desaparecido. Me dolía cada parte del cuerpo, y el mareo me hacía ver todo borroso. Sentía un dolor punzante en la cabeza, como si el golpe hubiera sacudido mi cerebro. Mis poderes hacían lo posible por sanarme rápidamente, aunque después de esa pelea habían quedado debilitados; había gastado mucho, pero al menos creo que gané.

El hipopótamo seguía aquí, hablándome, pero yo no tenía ni fuerzas ni ánimo para intentar entenderlo. Me encontraba en una especie de catarsis, procesando lo que estaba pasando: parecía que solo estaba acumulando desastre tras desastre. Tal vez fui ingenuo y estúpido al mostrar oro y joyas de esa manera.

Me quedé allí, regodeándome en mi miseria, hasta que vi nuevamente al león caminando hacia las celdas con una mirada de absoluto desprecio, quizás también de enojo. Iba acompañado de otros dos policías y de lo que parecía ser un antílope vestido con traje. La verdad, no soy un experto en especies; no estoy del todo seguro si los identifico correctamente.

El antílope comenzó a hablar, aunque para mí era una mezcla de inglés antiguo y sonidos extraños. Respondí brevemente, con enojo, pero sin sobrepasarme; no quería problemas adicionales. Los policías y el antílope intercambiaron miradas, discutiendo entre ellos y ocasionalmente intentando hablarme, hasta que finalmente se marcharon.

Pasaron unas horas más, y durante ese tiempo recibimos algo de comida. No era ninguna maravilla culinaria: la típica ración de presos, porciones pequeñas y de aspecto poco apetitoso. Nos repartieron pequeños platos; principalmente ensalada para mis compañeros, y para mí, una mezcla de ensalada con un minúsculo trozo de carne, casi diminuto y de dudosa calidad.

No quería comer aquello, pero el hambre era intensa, y aunque tenía comida en mi espacio mágico, no podía sacarla de la nada sin arriesgarme a más problemas. Me forcé a tragar la ensalada y, cuando llegué a la carne, descubrí que estaba cruda. Dudé un momento antes de comerla, y al final decidí simplemente hacerla desaparecer, esperando que en algún momento pudiera comer algo decente.

Un tiempo después, un par de policías vinieron a buscarme. Me levanté y los seguí sin resistencia, aunque estaba preparado para defenderme y huir si la situación empeoraba. Me llevaron a otra sala de la comisaría, frente a una mesa donde me esperaban el antílope que había visto antes y una oveja, o quizás una cabra; aún me cuesta distinguir las especies aquí.

El antílope dijo algo, que la oveja intentó repetir con un tono curioso que me hizo mirarla confundido. Luego intentó decirlo de nuevo, con una entonación diferente cada vez más extraña y menos comprensible para mí. Finalmente, la oveja negó con tristeza al antílope, quien se rascó la cabeza con frustración.

Los policías detrás de mí tampoco parecían contentos; estaban listos para mandarme de regreso a la celda. El antílope y la oveja, sin embargo, intentaron comunicarse conmigo mediante mímica. En otra ocasión, aquello habría sido cómico, pero ahora no estaba de humor.

Interrumpí su "show" con un gesto de escritura hecho con mis manos esposadas. Todos abrieron los ojos con sorpresa, y el antílope rápidamente pidió papel y pluma. Señalé las esposas, que restringían mis movimientos, y después de una discusión breve y algo tensa con los policías, finalmente lograron liberarme.

Con las manos libres y una pluma y tintero frente a mí, me sentí mucho más relajado y comencé a escribir.

"Hola, gracias por eso. Esas esposas eran realmente incómodas."

El antílope mostró una expresión de sorpresa y alegría al ver el mensaje. Tomó otra pluma y escribió debajo:

"Hola, soy Barnaby Impal, un abogado novato, y me han asignado la oportunidad de representar tu caso. Es un placer conocerte."

Lo miré, comprendiendo mejor la situación y por qué este animal con traje parecía tan cooperativo. Intercambiamos unas palabras más, y así logré entender mejor nuestra situación, la mía y la de mi abogado.

Barnaby era un abogado en prácticas, y este era su primer caso sin supervisión, uno que era excepcionalmente difícil debido a mi situación: una especie desconocida, extranjera y acusada de robo y agresión. La comadreja me había denunciado por entrar a su tienda y robar una joya y una moneda extraña muy valiosa; supuestamente, sus "trabajadores" intentaron detenerme, pero los ataqué ferozmente hasta que llegó la policía.

Después de leer esto, lo miré con expresión confundida, aunque en mi mente estaba analizando rápidamente la situación y pensando en mis próximos pasos. Desde aquel extraño sueño, me sentía más calmado y calculador, como si hubiese desbloqueado una parte de mi mente. Escribí:

"¡Soy Riuz Black, miembro de la más antigua y noble familia Black, y jamás he robado en mi vida!"

Acompañé las palabras con gestos sutiles de etiqueta noble que mi madre me había enseñado. La sorpresa en los rostros del antílope, la oveja (quien parecía ser traductora de varias lenguas) y el policía león fue evidente. Me estaba presentando como lo que realmente era, un noble, de otro mundo, pero eso ellos no lo sabían.

Barnaby y el policía intentaron obtener más información. Antes, solo parecía ser un extranjero con problemas, pero si además era un noble, la situación podía complicarse. Así fue como les relaté mi "historia compñetamente real"..

Les conté que había viajado a Zoópolis con mi madre y algunos sirvientes con intenciones deestablecernos aqui, pero un accidente en el camino me separó de ellos. Al llegar aquí, esperé encontrarlos, pero estaban desaparecidos. Todos me miraron boquiabiertos, especialmente cuando mencioné mi edad: ocho años. No sabían que era un niño; por ser una especie desconocida, pensaron que simplemente era pequeño.

Luego, expliqué lo que sucedió en la casa de empeño. Les dije que tenía hambre y que intenté intercambiar lo poco que llevaba conmigo por algo de dinero para comer, ya que el dinero aquí era diferente al mío. Pero en la tienda fui atacado y robado.

En ese momento, el policía león tomó la hoja y escribió con un trazo menos refinado que el mío o el de Barnaby. Exigió pruebas, ya que la denuncia de robo y los hombres heridos contaban otra historia.

Metí mis manos en mi ropa interior y saqué un galeón, un sickle y un knut, dejándolos sorprendidos, ya que no me habían encontrado nada antes. Les expliqué que eran monedas de mi tierra y detallé sus características distintivas de memoria, sin dudar. El león habló con algunos oficiales que se retiraron y luego me preguntó sobre la pelea.

Le expliqué que intenté defenderme de aquellos hombres que querían meter sus manos bajo mi ropa. Cuando me preguntaron sobre sus heridas, les dije que apenas soportaba sus golpes. Las heridas que tenían no eran cosa leve, pero les expliqué que yo era incapaz de causar algo así, mostrando mis manos y mis pequeñas uñas.

Barnaby aprovechó el momento para iniciar mi defensa. Solicitó la presencia de un médico experto en varias especies para revisarme. El médico marmota realizó una inspección exhaustiva de mi cuerpo, presionando, palpando y examinando cada rincón, pero no encontró nada parecido a armas cortantes o punzantes que pudieran haber causado las heridas de los matones.

Barnaby tenía ahora mucho con lo que trabajar, y vi en sus ojos la emoción de tener en sus manos un caso importante. Con mis palabras, parecía que la victoria era cada vez más posible.


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