El mundo entre mundos.

Chapter 6: Capítulo 6



Los días transcurrían sin sobresaltos, en una rutina que me envolvía mientras asistía a las clases en la academia. Sin embargo, mi mente, el día de hoy, estaba lejos prestar atención a lo que ocurría en el salón de clases.

Hoy mismo, contrariamente a los sueños usuales tuve uno que me hiso recordar mi infancia.

Fue un sueño en donde simplemente yo me encontraba viendo, con una gran sonrisa, la pantalla de un televisor que transmitía un episodio de la que fue mi serie favorita: Fate Stay night.

No quiero ser el típico fanático que glorifica su serie favorita como la mejor de todos los tiempos, pero al menos para mi si lo fue. Dejo de lado cualquier tipo de debate, porque sé que había mejores series, sin embargo, era mi favorita por la marca que dejó en mi vida en un momento en donde todo parecía ir por un mal camino, la serie me hiso recordar algo que quizás hace mucho tiempo había olvidado por la dureza de los primeros años que tuve en el orfanato.

MI mente divago hacia una figura que había dejado una marca imborrable en mi: Archer.

Archer era, para mí, lo que Superman representaba para muchos otros.

Un héroe, un ideal inalcanzable, un reflejo de lo que aspiraba ser. Pero a la vez, había en él una paradoja que no podía ignorar. Mientras yo repudiaba la violencia en todas sus formas, él era una herramienta de combate, alguien que usaba la fuerza para proteger a la humanidad. Era imposible no reflexionar sobre su compleja historia, una historia de lucha, sacrificio y desilusión, enraizada en las convicciones heredadas de su padre adoptivo.

Decir que Archer era un personaje fascinante sería quedarme corto. Sus desencantos, esos mismos que lo habían llevado a perder sus ideales, resonaban en mis propios desencantos. Su vida me advertía sobre los peligros de abrazar ideales puros, solo para verlos torcerse y desgastarse con el tiempo.

Mientras el profesor hablaba, mis pensamientos se alejaban de la lección, girando en torno a Archer Emiya. Su capacidad para recrear armas con solo verlas era una manifestación de su pragmatismo, una herramienta que le daba una versatilidad impresionante en batalla. Sin embargo, esta misma habilidad, en lugar de salvarlo, lo había arrastrado hacia una tragedia inevitable. Al final, Archer perdió sus ideales en su lucha contra el mal inherente de la humanidad, convirtiéndose en nada más que una herramienta al servicio de la supervivencia humana.

Tomaba apuntes robóticamente, pero mi mente seguía absorta en las dualidades que representaba Archer. La lucha entre la nobleza de los ideales y la cruda realidad se reflejaba tanto en las clases que escuchaba como en mi resistencia interna ante las imposiciones del sistema virtual que me rodeaba. Archer, peleando arco y flechas, simbolizaba una batalla constante contra fuerzas incontrolables.

Las palabras del profesor se convertían en un murmullo lejano mientras mi mente se sumergía en la comparación entre el joven y el adulto Emiya. ¿Es posible encontrar un equilibrio entre la pureza de los ideales y el pragmatismo necesario para sobrevivir en el mundo? La respuesta no era clara, pero sabía que debía aprender de sus historias mientras avanzaba en mi propio camino.

Solté un largo suspiro, consciente de que la historia del futuro de Shirou Emiya era una advertencia sobre lo que podría depararme a mí. Tal vez estaba pensando demasiado, pero no podía evitarlo. Todo el día, las clases se sucedían sin lograr captar mi atención, y mis pensamientos continuaban revoloteando en torno a la paradoja de Emiya: la ingenuidad de la juventud frente al pragmatismo implacable del adulto.

Mi cuaderno, que debería haber estado lleno de apuntes académicos, se había transformado en un reflejo de mi confusión interna. Garabatos y preguntas sin respuesta llenaban las páginas, una representación gráfica de mi dilema. ¿Era mejor ser ingenuo pero perseverante, como el joven Emiya, o realista y dispuesto a todo para alcanzar un objetivo, como Archer?

Traté de entender a Shirou Emiya desde dos perspectivas: la del joven idealista y la del hombre desencantado en el que se convertiría. La ingenuidad de su juventud, marcada por su devoción a los ideales heredados de su padrastro, era admirable. Su voluntad de sacrificarse por los demás, incluso en las circunstancias más adversas, brillaba con una luz especial. Pero, por otro lado, estaba Archer, el pragmático realista. Su capacidad para hacer lo necesario, incluso a costa de sus propios ideales, era un recordatorio brutal de la crueldad del mundo.

En mi mente, ambas ideologías se enfrentaban como fuerzas opuestas. La voz idealista de Emiya susurraba sobre la nobleza de los sueños y la importancia de mantener la fe, mientras que la voz pragmática de Archer insistía en la necesidad de ser realista y tomar decisiones difíciles para alcanzar el éxito.

Estaba tan absorto en este debate interno que no me di cuenta cuando el profesor comenzó a llamar mi nombre. Mi atención estaba dividida entre las palabras en el pizarrón y los pensamientos dentro de mí.

¿Debía aferrarme a mis ideales a pesar de los desafíos, o adoptar una perspectiva más realista y hacer lo que fuera necesario para alcanzar mis metas?

Esta pregunta nació a raíz de lo que paso con la rata, que sin lugar a duda marco un precedente. Sé que con el solo hecho de tener un sistema más problemas como lo ocurrido hace unos días volverá a ocurrir, por lo cual tener esta pregunta vagando por mi cabeza es normal.

Toda mi vida, desde que entré al orfanato, me dediqué a encontrar siempre la salía pacifista, no la más fácil ni la más fiable, únicamente seguía las creencias que mis padres antes de morir me inculcaron a través de la religión, siendo esta la de no solucionar un problema usando la violencia. Sin embargo, no soy tonto de seguir con esta misma creencia de no usar la violencia quizás pueda provocarme mucho sufrimiento o hasta quizás mi muerte. ¿Pero debía abandonar lo que ha estado guiando mi vida desde siempre solo para mi supervivencia?

La respuesta no estaba clara, y mi mente quedó atrapada en la tensión entre estas dos preguntas.

Plasmé en las páginas de mi cuaderno el conflicto interno que tenía haciendo algunos garabatos cada vez que no encontraba la respuesta que buscaba.

Mi dilema personal junto a la búsqueda de respuesta de este se volvió demasiado urgente como para poder siquiera dar un poco de atención a mi profesor que me veía con molestia por ignorarlo.

Hasta que el grito enojado del profesor me devolvió bruscamente a la realidad.

... 

El sonido del timbre resonó en el aula, marcando el final de la clase. Mientras guardaba mis cosas, noté la mirada penetrante del profesor, cuya ira era palpable. 

La puerta del aula se cerró con fuerza, y el profesor avanzó hacia mi pupitre con una expresión de desaprobación. Era obvio que mi falta de atención durante la clase no había pasado desapercibida. 

— ¿Hay algo más interesante en tu cuaderno que en mi clase, Liam? — dijo con tono de reproche, sus palabras resonando en la sala de clases. 

La atención de mis compañeros se centró en mí mientras yo seguía perdido en mis pensamientos, aun queriendo no podía quitarme de la cabeza mi dilema entre el uso de la violencia o abstenerme a hacer uso de ella.

Sin embargo, dejé de lado por un momento todo lo referente con ese tema solo para poder dar una disculpa convincente al profesor que cruzado de brazos esperaba mi respuesta.

— Lamento la distracción, profesor. — respondí sinceramente, tratando de suavizar la situación. 

Los ojos del profesor mostraron disgusto al escuchar mis disculpas parece que no lo convencí. Sin ninguna otra opción solo pude escuchar atentamente el discurso de lo importante que era el tener la cabeza despejada para poder rendir como se debía en los cursos.

— Nuestra institución no discrimina a nadie y brinda la oportunidad a todas las personas que quieran aprender a ser mejores personas. Eso es algo que ya deberías saber, ¿verdad, jovencito?

Su tono de reproche se asemejaba a la que un padre tendría al reprender a su hijo de cinco años, pero no queriendo conseguir más problemas me quedé callado.

En el largo monologo del profesor no pude aguantar más y dejé que mis pensamientos volvieran a divagar.

El sermón continuó por un largo rato, brindándome el tiempo suficiente como para que me diera cuenta de lo que era el conflicto abstracto de mi vida diaria. Todo lo que he estado haciendo ha estado relacionado a mi creencia pacifista.

El ayudar a todos también se debió a eso…

Al final del sermón, el profesor espero a que le respondiera a unas cuantas preguntas para confirmar si le había estado escuchando, la cuales por obvias razones no pude responder.

— Déjeme decirle que estoy muy decepcionado con usted estudiante Liam, esperaba que a usted no se le subiese los humos solo por rendir de manera excelente durante los últimos días.

Diciendo esas palabras de desaprobación el profesor se dio la vuelta sin esperar a escuchar nuevamente mi sincera disculpa.

Suspiré pesadamente al verlo alejarse.

— Losiento, profesor.

Para aclarar el porque me sentía tan mal es porque ese profesor fue el que más me felicito en estos últimos días.

Al salir del aula, me encontré arrastrando los pies de regreso a mi hogar decepcionado conmigo mismo por haber defraudado las expectativas de uno de mis profesores.

... 

Cuando dejé el recinto académico la tarde caía sobre la ciudad. Ahora mientras caminaba de regreso a casa, me encontraba intentando dejar atrás la atmósfera de decepción del aula.

Hoy había estado tan sumergido en mis pensamientos que nunca me puse a pensar que algo así podría ocurrir.

Me sobé la cara con mi mano varias veces intentando quitarme de la cabeza la mirada de decepción de profesor sin éxito.

Sin embargo, antes de darme cuenta una corriente eléctrica me puso los pelos de punta.

Una ominosa sensación de estar siendo observado desde atrás me alerto de algo. Mi corazón se aceleró y mis pupilas se dilataron de tal manera que todo a mi alrededor se pudo ver perfectamente.

Comencé a sudar por todas partes, y lentamente una presencia desconocida fue apareciendo en mi espalda.

No queriendo mirar que era la presencia en mi espalda salí corriendo.

Mis pisadas resonaban fuertemente en los solitarios callejones de la ciudad que en este momento parecía abandonada.

[¡Ding!] [Ha entrado en una zona aislada.]

Seguí corriendo, pero no lograba deshacerme de la presencia, que como si de una sombra fuese, aparecía junto a la mía.

Escalofríos recorrían por mi espalda cada vez que intentaba girar mi cabeza advirtiéndome de no hacerlo. Giré bruscamente en una esquina cercana, todo estaba demasiado oscuro y en un descuido mío tropecé con un contenedor de basura.

Caí sobre unas bolsas negras llenas de un olor nauseabundo.

La duda impregno mis pensamientos al sentir el peligro inminente acercarse a mi cuerpo.

Rápidamente me puse de pie para escapar.

Atravesé callejones igual de desolados que los anteriores, pasé por calles desiertas, sin embargo, no lograba perder a la sombra que me seguía.

Estaba siendo abrumado por la sensación de ser seguido, y una creciente sensación de peligro lleno mi ser. 

Los minutos se alargaron como horas mientras el intento de perder a mi perseguidor se volvía imposible de lograr. Corrí por un parque oscuro ignorando cualquier signo de presencia humana, como botellas rodando por el suelo o envolturas de snack sin terminar, porque no había nadie.

Estaba siendo acechado por algo escondido en las sombras de la ciudad.

Mi corazón latiendo con fuerza no pudo descansar en ningún momento, pues luego de salir del parque tuve que adentrarme en callejones aún más estrechos que los anteriores. La claustrofobia de pasar por esos oscuros y estrechos pasillos aumentaron mi estado de alerta y el peligro que sentía de la presencia insidiosa oculta entre las sombras.

La urgencia de escapar de la amenaza invisible estuvo como prioridad en todos mis pensamientos.

Esos estrechos callejones crearon un eco audible que iba acompañado de mi agitada respiración. Parecía que estuviese en un laberinto lleno de peligro.

Finalmente, me detuve, exhausto y sin aliento.

Me giré lentamente, esperando descubrir la figura que me perseguía, pero lamentablemente solo pude ver a una sombra desvanecerse en la oscuridad. La desaparición de la sombra no hiso desaparecer la sensación de peligro.

Se me fue imposible no quedarme desconcertado y lleno de terror por lo que acababa de suceder frente a mis ojos.

Tragué saliva en un momento de duda antes de volver a correr hacia los lugares más concurridos de la ciudad esperando encontrarme con personas para poder encontrar algo de seguridad.

...

La sombra de la sospecha se extendía sobre mí mientras intentaba descifrar quién o qué me siguió en las oscuras calles de la ciudad. Mis pensamientos ahora se centraban en desentrañar este misterio que se cernía sobre mí. 

Refugiado en un rincón, observé atentamente mi entorno. Cada rincón oscuro, cada figura distante, parecía albergar ciertos secretos.

Mis pensamientos oscilaban entre la posibilidad de una amenaza real y la idea de que mi mente se estaba imaginando cosas. 

Dudando entre que hacer, decidí retomar el camino hacia casa, con la esperanza de que mi persecutor se hubiera marchado en la oscuridad de las sombras. No pasó mucho tiempo antes de que la sensación de ser seguido regresara con una intensidad renovada. 

Esta vez, la presencia invisible parecía ejercer una extraña presión sobre mí, limitando mis movimientos de escape. Cada callejón se cerraba a mi alrededor, como si las sombras mismas conspiraran en mi contra. La dualidad interna ahora se mezclaba con la urgencia de desentrañar este enigma que se estaba convirtiendo en un laberinto oscuro. 

Con un esfuerzo supremo, luché contra la presión invisible y logré llegar a una calle antes de mi hogar. 

A pesar de la tensión en el aire y la sensación de ser observado desde las sombras, reuní toda mi fuerza de voluntad y, con un último esfuerzo, me precipité hacia la puerta de mi casa. Las dudas se desvanecían momentáneamente en la urgencia de escapar de esta amenaza invisible. 

El sonido de la puerta cerrándose tras de mí fue como un suspiro de alivio. La seguridad relativa de mi hogar ofrecía un respiro momentáneo. Sin embargo, el misterio de la sombra acechante aún pendía sobre mí, esperando ser descifrado en las páginas oscuras de mi vida. 


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